La historia, en un principio...

Cuentan los antiguos andrófagos, que Filis, la única hija de Licurgo, rey de Tracia, consagró un ataúd a la diosa Rea, madre de todos los dioses, y luego lo obsequió a su prometido, Demofonte, quien había partido rumbo a Eleusis en busca del conocimiento doble semejante de la anatomía percificia, pidiéndole que sólo lo abriera cuando perdiera toda esperanza de regresar a casa. Se creía que la diosa, para vengarse del rey ateniense por abandonar Tracia sin prometer que regresaría, había pintado una maldición en el interior del ataúd. Filis esperaba a Demofonte y esperaba del mar barcos, peces y olas; del cielo nada más que auxilio o viento, la lluvia y el arco iris, aliento; de la tierra no más que no verse siempre inconfundiblemente sola. Y en este mundo, que es toda jaula, afinaba un instrumento peligroso. Esperaba a Demofonte y le hablaba a su suerte, pero hablar cansa y es indecible lo que es, cansa el cansancio de decir lo que se dice y decirse, de las palabras se retira el ser. El...